Apr 2, 2014

El gran hotel Budapest

Cuando nos disponemos a  practicar  en la mayoría de las veces esa tan satisfactoria inmersión en las cautivadoras aguas de cualquier proyección cinematográfica, de alguna manera aflora al exterior ese niño que a todos de vez en cuando nos suplanta sustituyendo a un adulto que necesita de urgencia dulcificarse con elementos propiamente infantiles. En este sentido el último trabajo (triple: guión producción y dirección), de Wes Anderson, pareciese extraído de un cuento en el que el meloso catálogo cromático con el que se viste la escenografía de la cinta, pretendiera de alguna forma maquillar los exabruptos de unos adultos enfangados en disputas tan variadas como los colores que luce dicho decorado.

Decorado hecho a medida para unos personajes escrupulosamente ataviados, dignos del pincel más perfeccionista, a los que se les pone en boca un guion brillante, ameno y preparado con sumo cuidado para arrancar sonrisas cómplices de lo absurdo y a la vez trágico, de ciertas conductas adultas. Esta especie de cómic en alta definición que se abre al proyectarse el primero de sus fotogramas, nos lleva directamente a situarnos al lado de esa niña que lee a “El autor”, preludio de  algún intrigante asunto encriptado en sus páginas.  

Conspiraciones, intrigas, persecuciones, tiroteos, asesinatos, fugas carcelarias; todo ello confitado con las más desternillantes y acertadas tonalidades de un humor negro que tan  bien le sienta a Gustave (Ralph Fiennes), que sin desviarse un ápice de su tan perfilada flema británica, conforma junto a su compañero de aventuras Zero (Tony Revolori), un dúo (maestro y aprendiz), de esos que se regodean en ese humor absurdo que tanto y tan buen juego aporta a tantas y tantas comedias.
Con el período de entreguerras de trasfondo, que contrasta con esa apoteosis visual con la que el director y productor nos regala la vista como si buscara hacernos mirar a través del prisma siempre mágico con el que un niño observa temas baladíes para él y que no lo son tanto para un adulto, la historia sube, baja, se desdobla, todo ello bajo el ojo vertiginoso de  un zoom sorpresivo, trávelin de infarto, cambios de formato al 4:3, o aceleraciones en la imagen que nos retrotraen a cintas mudas encasilladas en cómicas situaciones. Para apuntillar tan fetén letanía de fotogramas, es de recibo contar con un elenco que esté a la altura, y este (o incluso la mitad de él), sería la envidia de cualquier cineasta con pretensiones de alto caché.
Sólo por el brillo de tal constelación de estrellas no debiéramos perdernos “El gran hotel Budapest”, aunque son, para nuestro deleite, otros los ases que se guarda en la manga el señor Wes Anderson.  

Carlos Pérez

 

The Grand Budapest Hotel


When we practice that satisfying immersion into the captivating waters of any film, most times, somehow emerges that child we all have inside and that occasionally replaces an adult who needs to soften with actual child elements. In this sense, Wes Anderson’s latest work (triple: script, production and direction), seems to be taken from a tale in which all the colors of the staging pretend somehow to disguise the rants of a few adults and disputes as varied as colors in the set.
The set has been made to measure for those characters dressed in detail, and a brilliant and pleasant script created to make people smile and laugh at absurdity and tragedy and also at certain adult behaviors. This kind of high definition comic that opens its first frame is projected, leads directly to place ourselves beside that girl that reads "The author", prelude to some intriguing subject encrypted on its pages.
Conspiracies, intrigue, chases, shootings, murders, jailbreaks; all with the most hilarious and successful tones of a black humor that fits Gustave so good (Ralph Fiennes), who without getting rid of his British nature, complies a duo with his adventure partner Zero (Tony Revolori) (master and apprentice), that kind of absurd duo that works so good in many comedies.
With the interwar period in the background contrasting with the visual apotheosis, the story goes up and down under a vertiginous surprising zoom, changes in format 4:3, or accelerations in the image that take us back to silent moves and comical situations.
The finishing touch is a great cast (or even half of it), which would be the envy of any filmmaker.
Just because of such constellation of stars we should not miss “The Grand Budapest Hotel”, although, to our delight, Mr Wes Anderson has an ace up his sleeve.
Carlos Pérez
Translation review: Elvira Salinas




 

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